El amanecer diluía mi
cuerpo
en una luz silenciosa y
oscura
rebosando el día
con su destemplado resplandor,
marchito el aire,
la fuerza que nos dice
quien somos
engendraba una paz,
una calma ingrávida.
Será porque la lluvia
depositaba cada gota,
cada beso
en el monótono impermeable
de tus días,
y no necesitaba el esfuerzo
de inventar cada aliento
que recorría el destino
sin detenerse en ti.
©José Manuel Serna León