Solamente escucha
y siente los sueños sin ruido,
ceñidos a su pálida hermosura,
claman largamente
las orillas frescas,
y llama
a nuestros cuerpos extendidos,
delicadamente desnudos;
donde habita el instante
de un placer sin fin.
Las lágrimas retenidas,
la dicha sosegada,
el ávido instante enfebrecido,
nos transportan indemnes,
ebrios de alegre generosidad
a un momento virginalmente
quietísimo.
Ceñir con mis manos
el rostro nítido y tibio,
donde habita la opulencia
del tiempo sedoso,
reciente y perfecto;
donde corren tiernamente las horas.
El espíritu del sueño se evapora
y una enmarañada realidad se apodera
de mi.
José Manuel Serna©